Una reseña de la falsedad con la que convivimos, sin advertir que es incorrecto.
EL IMPERIO DE LA FALSÍA

¡Ya llega el notario! ¡ya llega el notario!


Cuando oficiaba de practicante de derecho, me encomendaron legalizar ante notario público varios documentos, para poder obtener alguna ventaja de ello consulte cuál era el notario que cobraba menos por las legalizaciones, me recomendaron uno -cuyo nombre he olvidado- que tenía su oficina en un segundo piso al costado de un cine en la plaza San Martín. 

Al llegar al despacho del notario, constaba de una sala con muchas bancas y ventanillas varias para la realización de diversos trámites, en una de ellas deje los documentos originales y copias a legalizar, y me advirtieron que debía esperar pues aún no llegaba el notario.

No pude alcanzar lugar en las bancas, pues se hallaban ocupadas por otros usuarios, habiendo tantos que esperaban de pie, posiblemente venían muchos por los precios módicos de la notaria.

Luego escuche como un murmullo, como de jubiló, que provenía desde las escaleras, y una voz que decía

- ¡Ya llega el notario! ¡ya llega el notario!

los usuarios miramos que ingresaba un anciano, alto, blanco, que venía escoltado por dos hombre fornidos a los lados, que pareciera que lo llevaban en vilo, porque su caminar era lento, cual si arrastrara los pies por el peso de sus años, a quién hicieron ingresar por una puerta hacia su despacho.

No pasaron ni cinco minutos, cuando desde las ventanillas avisaron que podíamos recoger los documentos y así fue, me entregaron las copias debidamente selladas y firmadas por el notario, como a los demás usuarios. 

Lo que no me quedo claro era ¿como fue posible que dicho anciano podía haber revisado y firmado -tan presto- los muchos documentos? y esta preocupación lo hice saber a un compañero de estudios que practicaba en una secretaria de juzgado, quién como hijo de un escribano de provincia y por su propio saber estaba al tanto de los vericuetos de la justicia; quién me dijo que no concurra a las notarías sino al jirón Azángaro, donde hay muchas personas que poseen sellos de notarios y saben imitar las firmas de estos, y su costo es aún más barato.

Esta propuesta se me antojo que era incorrecta, pues estaría participando de una falsificación, pero él se rió diciendo:

- ¿Es acaso honrado el notario a dónde fuiste?, él no revisa los documentos, ¿acaso tampoco los firma?, sino son sus empleados, solo esta para las apariencias de legalidad y solo busca ganar dinero.

Para mi amigo, el falsificador del jirón Azángaro no era diferente que el notario, además añadió que no habría problema pues es difícil que se puedan averiguar que el documento fue legalizado en la notaria o falseado en el jirón Azángaro pues lo tenían que determinarlo peritos, y si existía el original no había tal falsificación.

para mi amigo, el falsificador del jirón Azángaro no era diferente que el notario

Tiempo después pude advertir, al revisar el Libro de Protestos donde se registraban las actas de las notificaciones de la notaria a los deudores de letras y demás documentos referidos a créditos, que figuraban cual si el notario en un día hubiera concurrido a diversos domicilios en la ciudad para hacer saber a los deudores que debían pagar sus títulos valores, que de ser verdad lo que en ella decía, debía haber estado al mismo tiempo en lugares lejano entre sí, gozando del privilegio de la ubicuidad que dicen poseen algunos santos para estar en dos lugares al mismo tiempo. La realidad es que tales actos los realizaban sus empleados, pero los suscribía el notario cual si él lo hubiera ejecutado personalmente , es decir era una mentira evidente, aceptada e incontrovertible, y así lo confirmaban los jueces en su oportunidad.

¿Dónde firmo? ¿dónde firmo?


Tiempo después, cuando oficiaba de fiscal, advertí que el Fiscal de la Nación figuraba emitiendo resoluciones de muchas páginas y muy sustentadas, tomando decisiones que afectaban a muchas dependencias del país, como determinando derechos de múltiples servidores, etc. en un mismo día. ¿Cómo hacía para poder estar al tanto de estas muchas decisiones?, pues simplemente tenía muchos asesores que hacían su labor por él. Incluso, una vez escuche decir, en son de broma (de cuya verdad no puedo dar fe), que una Fiscal de la Nación muy anciana –aunque quería parecer tener menos edad, para permanecer en su puesto- que dizque llegaba a su despacho, repitiendo la frase

- ¿Dónde firmo? ¿dónde firmo?

¿Dónde firmo? ¿dónde firmo?

El artículo 364 del Código Penal, sanciona a “El profesional que ampara con su firma el trabajo de quien no tiene título para ejercerlo”, que es el conocido delito de tinterillaje, que acontecía cuando quién sin ser abogado ejercía dicha labor, muchas veces buscando la firma de un abogado o falsificándola. ¿Pero, es posible que el Fiscal de la Nación, autorice con su firma la labor de quién no ostenta tal cargo?, pues ciertamente la naturaleza es similar, pero no se trata de igual manera este proceder.

Los viáticos y gastos operativos 


Los jueces y fiscales –posiblemente otros servidores como los congresistas- perciben mensualmente por concepto de “gastos operativos” una suma de dinero que deben rendir merced a una declaración jurada de haber gastado y otro porcentaje menor (10%) con comprobantes de pago. Es una forma de incrementar sus ingresos, pero evitando que estos formen parte del sueldo y generen efectos en el incremento de su pensión de jubilación.

Para todos es sabido, que no se usan todo el ingreso por gastos operativos, para dicho fin, sino que solo es una apariencia, porque de ser cierto ello se tendría que determinar que este monto variaría de acuerdo al lugar y naturaleza de sus funciones donde dichos funcionarios ejercen sus labores.

Igual acontece cuando se señalan los viáticos, que se rinden en su totalidad, aunque nunca se hayan usado realmente. Es muy raro que alguien devuelva los fondos percibidos por viáticos, incluso para el personal administrativo le es afanoso el realizar el retorno de los fondos no usados.

Sin embargo, se sabe que cuando se busca causar un menoscabo, se tiene por cierto lo que es evidentemente solo una apariencia, como aconteció con el ex congresista José Oriol Anaya Oropeza quién fue condenado a cinco años de prisión efectiva por haber adulterado tres recibos de pollos a la brasa, de S/.369, S/.428 y S/.397, respectivamente. Además, pidió se le reembolsaran S/.4574 por un pasaje a Europa que él no pago. Pues, comer más de S/.1,000.00 de pollos a la brasa en un mes, le valió el apodo de “Come Pollo”. Si se procede con el mismo rigor, con cualquiera de las personas que perciben por dicho concepto, se podrá arribar a la misma conclusión, y se usa la veracidad de estos actos tan solo cuando se busca el menoscabo de algún funcionario, como en los casos siguientes:

1. Se imputo al Fiscal de la Nación Carlos Américo Ramos Heredia, que rindió boletas por S/.11 mil 762 por consumos en este restaurante que sólo existe en papeles, pero que no tiene local conocido.

2. También al Fiscal Adjunto Supremo –ahora Fiscal Supremo- denunciado cuando estaba para acceder a este cargo- Tomás Aladino Gálvez Villegas, por presuntamente, haber inventado y, en algunos casos, incrementado gastos de alimentación en cinco jornadas de capacitación realizadas en Cajamarca y San Martín, por un monto de S/.23.469 soles.

Para no tentar o inducir a falsear comprobantes de pago, debe asignarse un monto dinerario, sin tener que exigir el ritual de acreditar con documentos.


Ama llulla: no seas mentiroso


Los incas tenían tres leyes morales Ama Sua (No seas ladrón), Ama Llulla (No seas mentiroso) y Ama Quella (No seas flojo), lo que repiten todos los políticos alegando que son honrados. Incluso cuando presidente Fernando Isaac Sergio Marcelo Marcos Belaúnde Terry dicto una ley que obligaba que todas las dependencias publicas debieran ponerlos en la puerta de ingreso, que aún cuando nunca se ha derogado jamas se ha cumplido.


Nos es suficiente la apariencia de veracidad, pues nos molesta la concreción de la misma, tal como se advierte de los sucesos antes descritos.